Para entender la unidad entre nosotros debemos entender como es la iglesia, porque es nuestra Madre, que enseña y guía.
La Iglesia es una
«El sagrado misterio de la unidad de la Iglesia» (UR 2)
813. La Iglesia es una debido a su origen: «El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas» (UR 2). La Iglesia es una debido a su Fundador: «Pues el mismo Hijo encarnado […] por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios […] restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo» (GS 78, 3). La Iglesia es una debido a su «alma»: «El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia» (UR 2). Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una:
814. Desde el principio, esta Iglesia una se presenta, no obstante, con una gran diversidad que procede a la vez de la variedad de los dones de Dios y de la multiplicidad de las personas que los reciben. En la unidad del Pueblo de Dios se reúnen los diferentes pueblos y culturas. Entre los miembros de la Iglesia existe una diversidad de dones, cargos, condiciones y modos de vida; «dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias tradiciones» (LG 13). La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad de la Iglesia. No obstante, el pecado y el peso de sus consecuencias amenazan sin cesar el don de la unidad. También el apóstol debe exhortar a «guardar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4, 3).
815. ¿Cuáles son estos vínculos de la unidad? «Por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3, 14). Pero la unidad de la Iglesia peregrina está asegurada por vínculos visibles de comunión:
— la profesión de una misma fe recibida de los Apóstoles;
— la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;
— la sucesión apostólica por el sacramento del orden, que conserva la concordia fraterna de la familia de Dios (cf UR 2; LG 14; CIC, can. 205).
NOS DAMOS CUENTA SI REALMENTE ESTAMOS UNIDOS? SER IGLESIA O PERTENECER A LA IGLESIA, TENER MISMAS EXPRESIONES DE FE, NO SIGNIFIECA QUE ESTEMOS UNIDOS… LA UNIDAD ES ALGO MÁS…
Hacia la unidad
820. Aquella unidad «que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia […] creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca de día en día hasta la consumación de los tiempos» (UR 4). Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe
orar y trabajar siempre para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre por la unidad de sus discípulos: «No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mi por su palabra. Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17, 20-21). El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo (cf UR 1).
821. Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige:
— una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad (UR 6);
— la conversión del corazón para «llevar una vida más pura, según el Evangelio» (cf. UR 7), porque la infidelidad de los miembros al don de Cristo es la causa de las divisiones;
— la oración en común, porque «esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual» (UR 8);
— el fraterno conocimiento recíproco (cf. UR 9);
— la formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes (cf UR 10);
— el diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades (cf UR 4, 9, 11);
— la colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres (cf UR 12).
822. «La preocupación por el restablecimiento de la unión atañe a la Iglesia entera, tanto a los fieles como a los pastores» (cf UR 5). Pero hay que ser «conocedor de que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la una y única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana». Por eso hay que poner toda la esperanza «en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo» (UR 24).
MOVIMIENTOS FELICES ESTANDO JUNTOS…
Marvin Machan
Apostolado Duc In Altum
Reflexión compartida en la reunión general de junio 2023.